Tratas de imaginar que todo puede
ser mejor, que la vida puede cambiar y tendrás un comienzo, sí, un nuevo
inicio. Miras a lo alto y sonríes esperando que sólo sea para bien lo que te
depara. Comienzas a caminar y sólo de entrada ya tropiezas, te caes, frenas,
miras a tu alrededor y a lo lejos escuchas “¡tú puedes!”. ¿Qué ocurre?, ¿por
qué repentinamente todo lo que estaba comenzando bien ahora está al revés?,
¿acaso sin darte cuenta entraste en un mundo paralelo en donde tus planes
resultan en todo lo contrario?, ¿qué acontece con las personas que amas? Por más
que las anhelas, se ven distantes de ti cuando más te sientes caer.
Gritas en el silencio, pero el
silencio es tan denso, que tu voz se apaga y tu pedido de auxilio se disipa y
nuevamente sólo escuchas, “¡ten paciencia!”, ¿paciencia?, tengo que esperar por
lo que he tenido que luchar tanto, ¿en serio tengo que esperar?, ¿por qué?, ¿cuál
es tu maldito pretexto para pedirme que espere?, para nadie es suficiente mis
lágrimas, sólo tengo que mirar a todo el mundo y sonreír, porque cuando expreso
lo que hay en mi corazón, todo se oscurece y termina todo peor que antes.
Es posible reír y llorar o a la
inversa, en momentos casi simultáneos y eso sólo ocurre cuando una pequeña luz
aparece en tu oscuridad y te brinda unos instantes de felicidad, pero luego,
cuando solo quieres aferrarte a esa felicidad, ella resuelve disiparse para
decirte que volverá después, ¿por qué después si yo la necesito ahora?, ¿por
qué te alejas para volver después?, ¿por qué eres intermitente en mi vida? Lo sé,
no eres intermitente, estás allí, pero a veces estás presente, pero tu mente
está ausente. Corro por ti, vivo por ti felicidad, no me dejes caer, nuevamente
no, no quiero caer a un precipicio de tristeza, amargura, soledad, decepción.
Odio estar allí, aunque a veces pareciese que es el lugar predilecto para mí.